La importancia y los retos de la ciberseguridad en la era digital
Por Javier García
En la era digital, la ciberseguridad se ha convertido en un pilar fundamental para la defensa y estabilidad de gobiernos, empresas y ciudadanos. Con el avance de la tecnología y la creciente interconectividad global, las amenazas cibernéticas han crecido en complejidad y frecuencia, representando un riesgo significativo para la seguridad mundial, por lo que la protección de la información e infraestructuras críticas se ha convertido en una prioridad en el ámbito geopolítico y económico.
La ciberseguridad no solo protege datos personales, financieros y empresariales, sino que también protege infraestructuras esenciales como redes eléctricas, sistemas de transporte y servicios de salud, lo que hace que, en un mundo donde la digitalización y la interconectividad son cada vez mayores, los ciberataques puedan causar estragos en casi todos los ámbitos, incluida la economía. Un ejemplo de ello fue el ataque de ransomware WannaCry en 2017, que afectó a más de 200.000 ordenadores en 150 países, paralizando hospitales, bancos y empresas como Telefónica, Renfe o el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido. Por este motivo, los gobiernos y organizaciones están tomado medidas para fortalecer la seguridad digital. Por ejemplo, en la Unión Europea, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) y el nuevo Reglamento sobre Resiliencia Operativa Digital (DORA), establecen normativas estrictas para garantizar la seguridad en el sector financiero y tecnológico.
A nivel mundial, las inversiones en ciberseguridad han aumentado considerablemente, estimándose que en 2025 el gasto global en este sector supere los 200.000 millones de dólares (un 15% más que en 2024). Esta previsión de aumento se debe, en gran medida, al panorama global, que está marcado por las crecientes tensiones entre países. La guerra cibernética se ha convertido en un nuevo campo de batalla, siendo Estados Unidos, Rusia y China algunos de los actores clave en esta confrontación digital, con frecuentes acusaciones de espionaje, ataques a infraestructuras críticas y desinformación. Por ejemplo, en 2020 se reveló que un grupo vinculado al gobierno ruso llevó a cabo el ataque SolarWinds, comprometiendo datos de varias agencias gubernamentales estadounidenses e importantes empresas privadas, como Microsoft, Deloitte y Nvidia.
Otro caso más reciente fue el ataque cibernético por parte de Israel en su conflicto con Líbano, haciendo estallar miles de buscapersonas y walkie-talkies mediante ataques cibernéticos. Este hecho evidencia cómo la ciberseguridad ya no es solo una cuestión de protección de datos, sino una herramienta clave en conflictos bélicos modernos, si bien es importante reseñar que los ciberataques no solo provienen de actores estatales, sino también de grupos criminales y hacktivistas (activistas políticos o sociales que utilizan herramientas digitales para conseguir sus fines). Organizaciones como Anonymous han demostrado cómo el ciberespacio puede ser utilizado tanto para exponer corrupción como para sabotear infraestructuras.
Adicionalmente, la expansión de la inteligencia artificial y el Internet de las cosas provocará que la ciberseguridad adquiera aún más relevancia en el futuro. La IA puede ser una herramienta poderosa tanto para la defensa como para los ataques cibernéticos, permitiendo detectar ataques en tiempo real, pero también facilitando ataques más sofisticados por parte de ciberdelincuentes.
Por todo lo anterior, las compañías dedicadas a la ciberseguridad están experimentando un gran crecimiento. Empresas como Palo Alto Networks, CrowdStrike y Fortinet han visto un aumento en la demanda de sus servicios, a medida que gobiernos y corporaciones buscan reforzar sus defensas digitales. La contratación de expertos en ciberseguridad también se ha disparado, con estimaciones que indican que, a nivel global, en 2025 hay una escasez de más de 3,5 millones de profesionales en el sector. No obstante, este crecimiento plantea también un reto en términos de sostenibilidad ya que la ciberseguridad requiere enormes cantidades de recursos debido a los centros de datos, que procesan ingentes volúmenes de información para garantizar la seguridad, lo que incrementa el consumo energético y la huella de carbono del sector tecnológico, si bien, en respuesta a este desafío, cada vez más empresas buscan soluciones más sostenibles, como el uso de energías renovables y técnicas de optimización de datos para reducir su impacto ambiental.
En resumen, la ciberseguridad se antoja crucial en un mundo cada vez más digital, interconectado y altamente dependiente de la tecnología, con la inteligencia artificial y la automatización cobrando un papel cada vez más importante y en el que los conflictos se trasladan al ámbito digital, por lo que la cooperación internacional, la inversión en tecnología y la educación en seguridad informática son esenciales para enfrentar los desafíos del futuro, que no están relacionados únicamente con la protección de la información sino con la preservación de la estabilidad global y la consecución de una sociedad digital más segura, resiliente, responsable y sostenible.