Historia de la ciudad del Vaticano
20 de mayo de 2025
El tema de la semana:
Por Alejandro Serna
La reciente elección de León XIV como sucesor de Francisco ha vuelto a situar al Vaticano en el centro del escenario mundial. La muerte del Papa Francisco, figura clave en la Iglesia del siglo XXI, marca el fin de una era, mientras se abre una nueva etapa que, una vez más, pone los focos sobre esta pequeña ciudad amurallada. Con apenas 44 hectáreas de extensión y menos de 1.000 habitantes, el Vaticano es el país más pequeño del mundo, pero su peso espiritual, político y simbólico está muy lejos de ser insignificante. Para entender su papel actual, conviene detenerse en su origen y evolución a lo largo de los siglos.
Lo que hoy conocemos como la Ciudad del Vaticano formaba parte de Roma hasta 1929. Ese año, tras décadas de tensiones entre la Iglesia y el Estado italiano, nacía oficialmente el Estado independiente del Vaticano, convirtiéndose en el país más pequeño del mundo tanto en territorio como en población. Sin embargo, su importancia religiosa, histórica y cultural es inmensa: es el centro espiritual del catolicismo y la residencia oficial del Papa.
El origen del Vaticano se remonta a tiempos del Imperio romano. La zona donde hoy se alza el Vaticano era conocida como la Colina Vaticana, un área suburbana de la antigua Roma. Allí se encontraba el Circo de Nerón, un estadio donde, según la tradición cristiana, fue martirizado San Pedro, considerado el primer Papa. Este hecho convirtió al lugar en un espacio sagrado para los primeros cristianos. En el año 318 d.C., el emperador Constantino, primer emperador romano convertido al cristianismo, ordenó la construcción de una iglesia sobre lo que se creía era la tumba de San Pedro. Así nació la primera Basílica de San Pedro, conocida como la Basílica Constantina. Durante el papado de Símaco, ya en el siglo V, se construyó en esa misma zona uno de los primeros palacios papales, lo que marcó el inicio del Vaticano como centro de poder espiritual y político de la Iglesia.
El gran impulso a su configuración actual llegó entre los siglos XV y XVI, cuando los Papas impulsaron la construcción de una nueva Basílica de San Pedro, mucho más monumental, así como el Palacio Apostólico, actual residencia del Papa, y la famosa Capilla Sixtina, donde hasta hoy se celebran los cónclaves para elegir al nuevo pontífice. Durante siglos, los Papas gobernaron vastos territorios en el centro de Italia conocidos como los Estados Pontificios, gracias a la Donación de Pipino en el siglo VIII.
Sin embargo, con la unificación italiana en el siglo XIX, estos territorios fueron incorporados al Reino de Italia. En 1870, Roma fue tomada por el ejército italiano, y el Papa Pío IX, negándose a reconocer la nueva situación, se autodeclaró “prisionero en el Vaticano”. El conflicto se mantuvo durante casi 60 años, hasta que en 1929 se firmaron los Pactos de Letrán entre el Papa Pío XI y el entonces jefe del gobierno italiano, Benito Mussolini. Este acuerdo puso fin al conflicto: la Santa Sede reconocía al Reino de Italia con Roma como capital, y a cambio se establecía el Estado de la Ciudad del Vaticano, como entidad soberana, independiente y neutral, con el Papa como su jefe de Estado.
Hoy, mientras el mundo asiste al inicio del pontificado de León XIV, conviene recordar que esta pequeña ciudad, con apenas un puñado de calles y plazas, alberga una historia que ha modelado no solo el destino de la Iglesia, sino también el de buena parte del mundo occidental. La Ciudad del Vaticano no es solo un enclave religioso: es un símbolo viviente de continuidad, poder, espiritualidad y diplomacia que sigue siendo clave en momentos de transición como el actual.