Contacta con nosotros

Google maps

Image Alt

Pensar rápido, pero invertir con ética, con calma y con propósito

Pensar rápido, pero invertir con ética, con calma y con propósito

23 de septiembre de 2025

Por Javier García

Las redes sociales, los dispositivos móviles y las plataformas digitales han transformado nuestra forma de pensar y actuar. Todo parece estar dominado por la velocidad, la multitarea y la inmediatez, y las personas cada vez tomamos decisiones más rápidas, guiados por impulsos y estímulos constantes.

La neurociencia ha demostrado que el sistema dopaminérgico del cerebro se activa con cada estímulo placentero, reforzando la búsqueda de gratificación inmediata. Esta sobreestimulación reduce la capacidad de concentración, debilita el autocontrol y favorece decisiones impulsivas por lo que, en lugar de reflexionar, reaccionamos y en lugar de planificar, improvisamos. Todo ello acrecentado por una cultura de la imagen y la apariencia, que se alimenta de las redes sociales y plataformas digitales y que parece no tener techo. Ya no tiene tanta importancia lo que realmente somos, sino lo que aparentamos ser.

Los mercados financieros y los inversores no solo no son ajenos a esta realidad, sino que son un fiel espejo de ella. Distintos estudios sobre la psicología de los inversores demuestran que éstos tienden a tomar decisiones guiados por emociones como el miedo o la euforia, por lo que nuestras mentes, acostumbradas ya a improvisar y reaccionar impulsivamente, parecen entrenadas para generar burbujas especulativas y movimientos abruptos en los precios de los activos.

Las redes sociales también han comenzado a influir significativamente en las decisiones de inversión. La exposición constante a estilos de vida ostentosos y la presión por formar parte de ellos, pueden llevar a decisiones financieras impulsivas en la búsqueda de rápidos y altos rendimientos, especialmente entre los inversores más jóvenes. Influencers, startups financieras, ciertos emisores de productos volátiles, como CFD o criptoactivos, etc. no son ajenos a ello y fomentan estrategias de inversión rápida o especulación, muchas veces sin fundamentos sólidos, lo que contribuye a la volatilidad e inestabilidad de los mercados.

Frente a esta cultura de la apariencia y la inmediatez, las inversiones sostenibles y de impacto requieren un análisis profundo, visión a largo plazo y compromiso ético. La inversión sostenible invita a reflexionar, a considerar el impacto de nuestras decisiones y a construir un futuro más equilibrado. No se trata de renunciar a la rentabilidad, sino de buscarla de una forma más consciente, meditada y planificada.

Ahora, justo en el momento en el que una gran parte de la industria financiera parece renegar de una inversión sostenible que, hasta hace muy poco, llevaba por bandera -seguramente más por interés que por convencimiento-, en un mundo convulso y volátil en el que parece que todo vale y nos empuja a actuar rápido, invertir despacio y con propósito puede convertirse en un acto de resistencia.

Parece innegable que si el mundo, la situación macroeconómica, las industrias, etc. cambian tan rápidamente, al ser humano no le queda más opción que tratar de adaptarse a ello. También parece claro que, nos guste más o menos y opongamos más o menos resistencia, nuestros cerebros se están acostumbrando a la búsqueda de recompensas inmediatas y a reaccionar con menos reflexión, tomando, en muchas ocasiones, decisiones apresuradas.

En estas condiciones, pensar rápido, para adaptarse a los cambios y poder tomar decisiones con agilidad, parece inevitable e incluso necesario, pero no debería confundirse este dinamismo con una toma de decisiones impulsiva o precipitada. En ese sentido, la inversión sostenible o de impacto nos obliga a tomar decisiones mejor analizadas y más meditadas y conscientes, ayudándonos a reconectar con la reflexión, recuperar el control y apostar por un modelo económico más responsable y sostenible a largo plazo.

Sin duda, estos tiempos nos llevan a pensar y a adaptarnos rápido a un entorno tremendamente cambiante, pero invertir con ética, con calma y con propósito, alejados de las modas y alineados con nuestros valores, parece ser más necesario y tener más sentido que nunca.