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Los mercados bursátiles son mercados alcistas en el largo plazo

Los mercados bursátiles son mercados alcistas en el largo plazo

Por Oscar Tejada
Hay una máxima entre los gestores de renta variable y es que uno no debe posicionarse en contra de
la tendencia dominante del mercado. Intentar anticipar cuándo se producirá un cambio de tendencia
(vender en un máximo o comprar en un mínimo de ciclo) nos puede salir bien una vez, pero la realidad
es que a largo plazo no estar invertido es un coste de oportunidad que reduce los retornos logrados
por el inversor.
Una vez dicho esto, hay que tener en cuenta que los mercados financieros son cíclicos y que, al
estar compuestos por diferentes sectores industriales y geografías diversas, cada uno con sus
características propias, el gestor profesional puede posicionar su cartera en función tanto del
ciclo económico como del perfil de riesgo de su cliente. Esto es lo que se conoce como gestión
activa del capital. Es decir, hemos de permanecer siempre invertidos, pero eso no implica que
tenga que ser siempre ni en los mismos activos ni en la misma cuantía.
El porqué de esta introducción se debe a la tentación muy habitual entre los inversores no
profesionales de vender las posiciones que generan beneficios sin tener en cuenta que estos
podrían seguir aumentando, ya que son multitud los factores que determinan el valor de cada
activo financiero, y tenerlos todos bajo control es una labor muy complicada. Nos hemos
acostumbrado en el último año a escuchar y a leer en medios especializados que las valoraciones
de los activos estadounidenses están muy caras, pero, por el contrario, sus principales índices
no han dejado de subir, como ejemplo, el S&P 500 se ha revalorizado más un 39% desde el
mínimo marcado el pasado siete de abril. De haber hecho caso a esas informaciones las
revalorizaciones de nuestras carteras serían claramente inferiores a las que tenemos
actualmente.
En el gráfico adjunto se observan los ciclos alcistas y los ciclos bajistas de los últimos setenta
y cinco años, donde se aprecia que el mercado ha estado subiendo en más del 80% de las
sesiones. La conclusión es que se pueden y deben hacer ajustes de los pesos de las diferentes
clases de activos que componen una cartera, fundamentalmente de renta fija y de renta
variable, pero nunca salirse completamente del mercado.

 

En esos setenta y cinco años hemos vivido doce periodos alcistas y doce bajistas. Los primeros,
con una duración media de más de cinco años y una revalorización del 254%, en cambio, las
caídas han durado mucho menos, en torno a un año, y han provocado minusvalías medias del
31%. Lo que es seguro es que de haber salido del mercado en plena corrección nos hubiéramos
perdido una parte importante de la siguiente subida.
Y es que el mercado sigue numerosos datos para intentar entender que ocurrirá con las acciones
a corto, medio y largo plazo, para consecuentemente posicionar las inversiones en consonancia
con el análisis de esos datos. La mayoría de los indicadores son de tipo financiero: algunos de
carácter macroeconómico, como las previsiones de inflación, el comportamiento del mercado
laboral, el consumo o las decisiones de los bancos centrales sobre tipos de interés. Y otros de
carácter microeconómico, como son los resultados empresariales, el nivel de apalancamiento
de las empresas o el impacto de los directivos en el devenir de las decisiones empresariales.
Existen otros factores de carácter externo, los que denominamos geopolíticos, como los
conflictos armados, las decisiones políticas unilaterales (los aranceles) o la falta de capacidad
de gestión (gobierno en Francia). Pero lo que todos ellos tienen en común es que alteran el curso
de los índices bursátiles mediante correcciones o fuertes subidas que pueden durar desde unos
días a incluso varios años.
Estás últimas son las más complejas de medir y predecir, ya que a lo largo del movimiento
tendencial se dan muchas señales de haber agotado el recorrido, pero cualquier pequeña
corrección es suficiente para reanudar de nuevo su marcha. El último gran movimiento
tendencial lo vivimos desde 2009 hasta 2020 periodo en el que el S&P 500 no experimento una
corrección mínimamente reseñable, lo que supuso que tras 11 años de subida el índice generara
una revalorización del 527%.
En los últimos años estamos viviendo un fenómeno similar con el oro. Desde octubre de 2022
hasta hoy el oro se ha revalorizado más de un 140%, marcando precios nunca vistos. En 2024
los expertos consideraban que por la ley de oferta y demanda una onza de oro no valía más de
2.500 USD, pero han ido surgiendo factores que han llevado al metal precioso a superar los
3.900 USD por onza. Entre esos factores está el Banco Popular de China, que junto a otros
bancos centrales han decidido incrementar notablemente el peso del oro entre sus reservas
estratégicas (para alcanzar el peso que tiene el oro en las reservas de Estados Unidos o de algún
otro país europeo, debería seguir comprando los volúmenes actuales durante varios años más).

Otros motivos de la subida los encontramos en la debilidad del USD o el proceso de bajadas de
tipos de interés, especialmente por parte de la FED, y todo ello sin olvidar que cada vez que
surge un conflicto internacional, especialmente con enfrentamiento armado, resurge el poder
del oro como activo refugio.
Esos factores inherentes al mercado (macroeconómicos) junto a los factores externos (políticos)
alteran continuamente el devenir de las bolsas, y tomar decisiones de estar o no estar invertido
en función de cada uno de esos datos lleva sistemáticamente a cometer errores, aunque podamos
tener algún gran acierto.


Por último, una muestra más de la importancia de estar invertido: el gráfico anterior expone el
retorno generado por el S&P 500 cada año desde 1980 (barras azules) y la máxima caída anual
en porcentaje desde un máximo previo (puntos rojos). En los últimos 45 años el principal índice
estadounidense se ha revalorizado anualmente un 12% de media, habiendo sufrido una caída
máxima media interanual del 14%, lo que reafirma la idea de que las caídas puntuales, aunque
siendo importantes, son movimientos de corto plazo, que no alteran los resultados a largo plazo.
Por su puesto que no hay nada que discutir respecto a la importancia del momento de iniciar
una inversión, pero nadie nos garantiza que al recibir un nuevo capital para invertir sea el
momento más idóneo para hacerlo. Un ejemplo claro: quien recibiera nuevo capital para invertir
el pasado mes de febrero, lo habría hecho en zona de máximos históricos y hoy tendría un
beneficio acumulado cercano al 10%. Pero si ese capital entrase el 7 de abril la plusvalía se iría
hasta el 39%. En manos del gestor queda la decisión de cómo ir invirtiendo ese nuevo
capital para lograr el mayor retorno posible, sin olvidar nunca el perfil de riego de cada
cliente en particular.